10 mayo, 2016

En contra del espectador

Este año se han celebrado dos festejos en Sevilla que debieron suspenderse, bien antes de su comienzo o en el curso del mismo. Son los del lunes 4 de abril y la novillada del 8 de mayo. La autoridad se ampara en el detalle de que los diestros deciden torear para permitir la celebración del festejo, pero esa misma autoridad se olvida de los derechos que tienen los espectadores a presenciar la corrida en las mejores condiciones.
El espectador que paga una localidad tiene derecho a ser testigo de lo que ha pagado, pero no de un festejo que, cuando llueve, ya no es el mismo. En estos tiempos no se puede consentir que el público se moje de forma persistente para ser testigo de algo diferente a lo previsto. Ni el juego de los toros, ni tampoco el comportamiento de los toreros, es el mismo con un ruedo seco que con uno encharcado.
Se entiende que los lidiadores anunciados no quieran renunciar a la oportunidad de torear en Sevilla. En ese caso la misma empresa debe ofrecerles la posibilidad de otra fecha para que puedan cumplir su compromiso. Ante esa necesidad que tienen los toreros de echar adelante un festejo, aunque las previsiones meteorológicas sean pésimas, debe actuar con sentido común la autoridad, que debe preservar la integridad de los espadas y sus cuadrillas, así como defender los derechos del espectador de presenciar un espectáculo íntegro. Y con lluvia no es el mismo espectáculo.
La autoridad lo tiene muy fácil. Basta con que atienda a lo que indica el Reglamento Taurino de Andalucía en su artículo 63, que le faculta para suspender de forma unilateral una corrida si las circunstancias impiden su normal desarrollo.
Así dice el citado artículo:
1.- Cuando exista o amenace mal tiempo de forma manifiesta o haga fuerte viento que pueda impedir el desarrollo de la lidia, el Presidente o Presidenta del espectáculo recabará de los espadas actuantes y del representante de la empresa organizadora, antes del comienzo de la corrida, su opinión ante dichas circunstancias, advirtiéndoles, en el caso de que decidan iniciar el espectáculo, que una vez comenzado el mismo sólo se suspenderá si la meteorología empeora, sustancialmente, de modo prolongado.
2.- Antes del comienzo del espectáculo, en caso de extrema peligrosidad para todos los profesionales actuantes y sin perjuicio de recabar la opinión de los espadas, el Presidente o Presidenta del espectáculo podrá decidir la no celebración del mismo, circunstancia que también procederá en tales situaciones cuando así lo convengan la opinión unánime de todos los espadas o rejoneadores actuantes, quedando vinculada por dicha decisión unánime la Presidencia.
3.- De igual modo, si iniciado el espectáculo, éste se viese afectado gravemente por cualquier circunstancia meteorológica o de otra índole, la Presidencia podrá ordenar la suspensión temporal del espectáculo hasta que cesen tales circunstancias y, si persisten, ordenar la suspensión definitiva del mismo.
Queda claro que si la meteorología es muy mala o empeora ya comenzado el festejo, empeora, el presidente puede ordenar la suspensión. En la novillada del domingo 8 de mayo, cuando murió el tercero de la tarde llovía a mares y el ruedo estaba enfangado. En ese momento el palco ordenó la salida del cuarto. El público huyó, algunos a las gradas y otros a su casa. El sentido común hubiera sido que la presidencia ordenara la suspensión. Es más, el mismo festejo se debería haber suspendido antes, ya que los pronósticos eran muy pesimistas. Así se hubiera evitado que los presentes se empaparan de agua y que el festejo resultara insufrible, en buena parte por el mal tiempo, que alteró totalmente su desarrollo.
Si a ello se añade el retraso del comienzo, la propia lidia tan lenta de nuestros días y el número final, pasadas las diez de la noche, del toro devuelto y que estuvo 25 minutos antes de que se permitiera estoquearlo, pues todo ello motivó que lo sucedido en esta novillada sea algo intolerable que debería mover a los responsables a tomar medidas en el futuro. Y, sobre todo, que alguien piense en el público.

08 mayo, 2016

Una izquierda sobrenatural

Todo estaba preparado para una tarde inolvidable, siempre con el permiso del toro. La llegada de José Tomás movilizó a los aficionados y a los curiosos. Desde  el Rey Emérito al más humilde aficionado, todos se citaron en la plaza de Jerez, que se colapsó ante la llegada del fenómeno. La corrida de Cuvillo fue ideal para la ocasión.  Baja de hechuras, cómoda de cabeza, la mayoría de los  toros se dejaron torear en distinto grado. Solo el quinto desentonó. No pasó nada. A Tomás había que verlo con uno muy bueno y con  otro vulgar.

Esta expectación necesita una justificación en el ruedo. Tomás se presentó en Jerez como lo hace un torero de cuerpo entero, en perfecto estado físico y torero. Su faena al excelente Lanudo lidiado en segundo lugar fue un compendio de toreo. La quietud de las plantas, asentadas en el albero en todos los momentos de la lidia; la templanza en las telas, milimétrica; la colocación ante el toro, siempre en el sitio justo; el ajuste inverosímil de sus muletazos, verdaderamente de asombro; todo fue de impacto.

Estatuarios en el centro, toreo con la derecha de calidad y naturales tremendos, en los que llevó con una lentitud clamorosa al  buen toro de Cuvillo prendido en su embestida hasta más allá de lo posible. Los faroles precedían a los de pecho, completos, pases de pecho de verdad. Todo fue de sensación, la plaza estaba conmovida ante una demostración del mejor toreo del espada de Galapagar.  Si a ello se le suma la solemnidad del diestro, esa forma de andar ante el toro en la que lo domina y lo respeta, se puede entender el estremecimiento de los tendidos ante una obra cumbre de principio a fin. No hay lugar a discusiones, lo de Tomás es otra cosa.

A la tarde le quedaba ver al torero con el toro malo. Fue el quinto, carita alta, desentendido de las suertes, de malos remates, con el que se puso delante para limarle, pase a pase, los problemas. Con la izquierda fue sometiendo con los vuelos de la muleta al toro, ganando un paso porque era el sitio y la distancia del animal, de forma que también con este menos agradable dejó la huella de su toreo. Tomás está puesto y dispuesto.

La corrida tuvo el momento dramático del primer toro, cuando Padilla fue cogido al poner banderillas. Resultó conmocionado con un golpe en la cabeza. Salió mermado para lidiarlo con toda la voluntad del mundo.

El cuarto fue un buen toro. Padilla, que jugaba en casa, salió a por todas. Era necesario triunfar ante su gente en una tarde tan especial. Lo puso todo dentro de su estilo torero. Lo recibió con una larga en tercio, puso banderillas y comenzó con derechazos de rodillas que encendieron al público. Logró el triunfo para irse con sus compañeros en volandas.

Manzanares toreó a placer al extraordinario toro tercero. Fue el torero que ahora aparece por las plazas, tan estético y tan distante. No es fácil ponerse a torear después de José Tomás. Lo mejor, una tanda final más reunida. La estocada recibiendo le dio las dos orejas.

El sexto fue otro gran toro de Cuvillo, al menos por la forma de meter abajo la cara. Manzanares subió su nivel con la derecha ante tanta calidad. Con la izquierda se vio mucho al toro y las tandas fueron breves. La gente ya estaba borracha de toreo y Manzanares se puso a descabellar sin tino.

Con la lluvia por testigo, con el viento fresco presente, la plaza asistió ensimismada a la demostración pletórica de Tomás. Sobre todo, la izquierda, tan maravillosa en el segundo como dominadora en el quinto. Algo sobrenatural. Así se vuelve a plazas.

La mejor información taurina en  http://sevillatoro.es/

Cuando esto se acabe

La frase más repetida, la que sale de lo más profundo de nuestros corazones es, “cuando esto se acabe”. ¿Cómo será ese día de la vu...