En la previa de San Miguel
decíamos que era un ciclo de lujo. Ciertamente lo era. Lo que pasa es que los
resultados han sido de espanto. Ha sido un San Miguel con tres corridas en las
que sólo ha habido un torero firme y triunfador: Miguel Ángel Perera. Todos los
demás, bien por sus defectos o por culpa de los toros, salen del ciclo
devaluados. No todos por igual, porque a estas alturas algunos como Morante o
El Juli están por encima de un fracaso o un triunfo.
La corrida de Pereda, con un
cartel de dos diestros con poca fuerza en los despachos, estuvo mal presentada.
En este caso la autoridad no hiló muy fino. Ni Nazaré ni Jiménez Fortes
pudieron superar la adversidad del mal juego. Cuando se está sin contratos hay
que empujar algo más.
En la de los toros de García
Jiménez, flojos y descastados, se esforzó mucho El Cid, que encontró el cariño
del público, pero fue Perera quien en sus dos toros dejó claro que su buena
temporada no ha sido producto de la casualidad. Estuvo
firme, inteligente, valiente, todos los calificativos se quedan cortos ante su
demostración ante reses de tres al cuarto. Castella siguió con su particular
naufragio en la Maestranza.
Era difícil que saltara al
ruedo una corrida de menos clase que la de Pereda o Matilla, pero con los toros de Juan
Pedro Domecq todo es posible. Una corrida bien presentada, aunque sin fondo, hundida,
posiblemente enferma, en fin, un desastre con la plaza llena y a la espera de
presenciar una tarde gloriosa.
Morante se lució con el
capote y no pudo hacer nada más. La Maestranza se resiste al de La Puebla. El Juli
no pudo dar ni un pase bueno a sus toros. Talavante se entonó con el sobrero
tercero, único que aguantó una faena completa. Correcto sin excesos el
extremeño.
No caben paños calientes. Ha
sido un ciclo con muchas carencias. Por un lado por la presentación de algunos
toros con la permisividad de la autoridad. De otro, porque las tres corridas han
sido un desastre en cuanto a bravura, casta y fuerzas. Y finalmente, porque
solo Perera logró entusiasmar al aficionado. Lo malo es que el domingo , con la plaza
llena, el festejo fue muy malo. Era un buen día para que la Fiesta de los toros
se viniera arriba. En definitiva, del lujo a la miseria solo hacen falta tres
días y algunas ganaderías en penoso momento. Pereda, mal; García Jiménez, sin
méritos para estar en Sevilla, y de Juan Pedro algunos ya están más que hartos.
Tampoco se puede considerar por tanto que sea una sorpresa el juego de las
reses.
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