Curro ha sido el torero de la verdad. Toda su
tauromaquia ha estado presidida por la sinceridad, manifestada por la forma de
plantar cara al toro al que le vislumbraba posibilidades, al que desde el
principio le ofrecía la capa para dibujar algunas de las verónicas más
portentosas de la historia del toreo. Curro tenía una visión inmediata de su
toro, mucho antes que los demás toreros y, por supuesto, que los públicos, que
se mostraban sorprendidos porque el de Camas se pusiera a torear a reses que no
habían hecho nada bueno de salida. Al contario, se inhibía cuando la impresión
general era que el toro era posible. Esa verdad tenía su continuidad en la
muleta, con la que el torero huía de la especulación y probaturas. La muleta
por delante y a torear, si esa tarde Curro estaba bañado por la magia de la inspiración. Del
toreo de Curro se ha dicho todo. Era un artista consumado, toda su tauromaquia
estaba impregnada de un aroma especial, el aroma a Romero.
Curro fue un torero valiente. Sí, valiente. Hay que ser muy
valiente para torear citando en el sitio de la verdad, siempre con una muleta
pequeña, a pecho descubierto y con los pies enterrados en el albero. Es por
ello que un torero de su corte ha sufrido cornadas muy graves. Cuando se torea de
verdad, los toros cogen.
También ha existido el matador que en muchas ocasiones se
mostraba impotente ante toros que parecían que tenían mejor faena. Eso es algo propio
de los artistas. Es lo que se ha tratado de contar como la llegada o no de la
inspiración, un conjunto de detalles que en estos toreros especiales modificaban
su actitud en la plaza.
Curro pertenece a esa raza de toreros del todo o la nada, y
sanseacabó, como le gusta decir al propio Faraón. La realidad es que su
arrolladora personalidad nunca dejó indiferente a nadie. Por eso era el torero
preferido de Sevilla, donde la afición le siguió siempre de forma
incondicional, lo mismo que en tantas otras plazas, porque nunca se sabía
cuando saltaría la chispa de la faena antológica para la historia. Y entre la
gloria de su toreo mágico y el infierno de sus tardes de fracaso, la permanente
presencia de sus incondicionales que pasaban del lamento por no poder
contemplar sus maravillas, a declarar rápidamente que allí estarían el próximo
día para volver a verlo, aunque solo fuera haciendo el paseíllo, que era toda
una declaración de intenciones cercana a una devoción especial que siempre
acompañó a este genio.
Ya no quedan toreros como Curro Romero. Ni por su esencia ni por su fondo. Curro ha sido el torero de Sevilla, tal vez el último torero de Sevilla, mimado y exigido, seguido hasta aguantar más tardes malas que buenas. Curro sigue en Sevilla, porque a las puertas de su plaza de toros le levantó un monumento para que quedara constancia de la simbiosis perfecta entre un artista y su pueblo. Larga vida a Curro Romero. Felicidades
La mejor información taurina en http://www.sevillatoro.com
Solamente queda decir después de leer a Carlos Crivell, AMÉN y que sea elevado a los altares de la tauromaquia la poesía, duende y sentimiento del toreo.
ResponderEliminarBienaventurados los que supimos esperar con paciencia infinita tu toreo. Gracias Curro, gracias TORERO.
Muchas felicidades y que cumplas muchos más.
Un aficionado de Almería