Después de los malos ratos pasados en la Feria de Sevilla,
más que nada por la falta de público y la falta de brillantez de muchos
festejos, este aficionado se pone por las tardes a ver las corridas de San
Isidro por televisión. Lo primero que aprecia es que también ha bajado la
asistencia de público en Madrid. En la corrida de ayer día 14, con un cartel
medio alto, también había mucho ladrillo a la vista. Es decir, que el
problema también tiene una base de tipo económico; o resulta que hay menos
afición a los toros. Hace pocos años, con carteles de menos fuerza, la plaza de
Las Ventas se llenaba siempre.
De lo que he podido presenciar hay algunas cosas que merece
la pena comentar. Es conocida la heterogeneidad del público madrileño. No son
más de tres mil los que acuden diariamente a la plaza. Hay mucho
asistente ocasional. Con este dato no es fácil dotar a coso de uniformidad en
las reacciones. Este detalle tiene relación con las orejas que se conceden, las
protestas por toros inválidos o por la propia valoración de lo que hacen los
lidiadores. Además, se turnan cinco presidentes en el palco, con lo cual la
diversidad de criterios convierte a la plaza en una torre de Babel.
Me gustaría referirme a los hechos que me parecen los más
relevantes hasta el momento. La corrida de Parladé ha sido un bofetón violento
a los que de antemano condenan a las llamadas ganaderías comerciales. Se ha
dicho hasta la saciedad.
Si esa corrida hubiera llevado algún hierro que todos
sabemos, en estos momentos habría campanas de alabanza para cantarla. Pero era
de Parladé, y eso ha supuesto un golpe duro para los que pensaban que esa
ganadería era una basura comercial. Me gustaría que saltara una más variada,
encastada y brava, pero no me parece que vaya a resultar fácil.
Con esa corrida estuvo entregado, valiente, heroico y algo
alocado Iván Fandiño. No tuvo nada que ver con el torero prudente de Sevilla,
donde es cierto que no tuvo toros claros, pero donde no dio el paso adelante
para arriesgar y buscar logros mayores. Ese torero sí que es admirable. Fue un
compendio de firmeza, buena técnica y de calidad a ratos. Su decisión de matar
a pecho descubierto al segundo de su lote ha sido muy cuestionada. Pienso que
fue una decisión puntual porque necesitaba dar un paso adelante para abrir la Puerta Grande.
Como detalle aislado me parece algo maravilloso. Pero debe
quedar claro que la suerte de matar debe hacerse con la muleta, porque es como
se puede valorar mejor la técnica del diestro en el momento de la verdad. Tampoco me
agradaría que se pusiera ahora de moda eso de entrar a matar sin muleta. Ya se
sabe que en el toreo las modas prenden pronto. Basta ver lo que pasa con las
espantosas tafalleras o las manoletinas. Así pues, en mi opinión, la decisión de
Fandiño me pareció arriesgada y válida para ese momento.
Ayer fue una de esas corridas de Madrid que ya nos parece
que hemos visto mil veces. Toros flojos y de hechuras muy poco armónicas de La
Palmosilla, con varios toros al corral, un festejo de duración inadmisible; en
fin, un suplicio.
Y en la corrida, un toro de Torrealta con mejor condición y
una faena de Joselito Adame con muchas virtudes. No es fácil hacer una
valoración completa en la televisión sobre la petición de oreja, tampoco se
puede uno dejar llevar por los comentarios desaforados de Manuel Caballero, que
debería entender que la objetividad debe presidir a un analista taurino en
estas retransmisiones, pero si la petición fue mayoritaria no se comprende por
qué el presidente no la
concedió. Otra cosa es si la faena que pude ver tenía méritos
para ser premiada con una oreja en Madrid. Todo este asunto del toreo ha
cambiado mucho. La subjetividad de Madrid es tremenda. Hace unos años esta
faena no hubiera sido proclamada como merecedora de trofeo. Sin embargo, si
había mayoría en la petición, la obligación del palco era haberla concedido.
En definitiva, Madrid sigue caprichosa, mucho más cuando se
confirma lo que decíamos al principio. Es una plaza en la que hay un grupo
minoritario fijo y miles de espectadores circunstanciales. Todo ello con cinco
presidentes, cada uno hijo de su madre y de su padre. Esto sigue hoy con Ponce
en la plaza.
Esperemos que sea respetado por los intransigentes habituales
de este coso. Les iré dando mi opinión en días sucesivos de lo que vea en la
televisión.
La mejor información en http://www.sevillatoro.es
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