Recién finalizada la
temporada taurina en Sevilla, el nombre de Antonio Nazaré resalta con luz
propia. Nazaré ha sido uno de los triunfadores en Sevilla. Cortó un trofeo de
valor el 15 de agosto y ha repetido esta tarde. Su año se ha compuesto de tres
corridas, dos en la Maestranza y una en su tierra natal de Dos Hermanas. Nadie
que lo viera en Sevilla en la corrida del cierre podía asegurar ese detalle de
tres paseíllos. Al contrario, su manera de andar por la plaza, el sitio en el
que se ha puesto, el pulso de sus muñecas y la quietud para ligar y rematar los
pases eran propios de un torero mucho más placeado.
¿De qué le va a servir esto a
Nazaré? Con toda seguridad para torear en la Feria de Abril de 2012. Y
esperemos que sea una corrida con posibilidades. Pero si hubiera justicia y
afición entre los organizadores de festejos, Nazaré debería torear en otras
plazas, naturalmente con Madrid como el sitio donde debe apuntalar lo que ha
demostrado en sus dos tardes sevillanas.
La historia se ha repetido
hasta la saciedad.
Nazaré puede venir a Sevilla y no tener suerte; puede ir a
Madrid y lo mismo. Si tal cosa ocurre, y esperemos que no sea así, Nazaré
seguirá en el banquillo de los suplentes. Mientras, toreros con la mitad de clase
y valor seguirán toreando por esas plazas.
De todas formas, así es la Fiesta. Con las mismas
trabas se han encontrado muchos espadas antes de llegar a los puestos cimeros
del escalafón. Ahí está el caso de El Cid, o los de este año de Fandiño y Mora.
No vale un triunfo aislado, hay que repetirlo varias veces en Sevilla y en
Madrid, lo mismo que no se puede dejar pasar ninguna tarde sin proclamar las
condiciones de cada torero.
Nazaré es el nombre de un
diestro que debe sonar fuerte en 2012. Si no se le abren algunas puertas será
preciso admitir que la injusticia sigue siendo la norma de una Fiesta raquítica
y vieja que no cambia sus ancestrales conceptos.
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