La tremenda cornada sufrida
por Juan José Padilla ha conmocionado al mundo del toreo. Lo ha hecho por
muchas circunstancias. Padilla se inscribe dentro de la línea de toreros
poderosos que se han hecho un hueco permanente en las corridas más complicadas.
Nunca ha sido un exquisito, ni lo ha pretendido, pero es un experto lidiador,
de una fortaleza física notable para colocar las banderillas y dominador con la muleta. Este año se
llevó el premio de la mejor estocada de la Feria de Sevilla, que deberá recoger
en el próximo mes de marzo. Es uno de esos toreros que no tendrán poetas que le
canten verónicas de ensueño, pero que son necesarios en un curso taurino. Como
postre, Padilla es uno de los espadas más generosos del escalafón, como lo demuestra
por su excelente colocación, la oportunidad para realizar quites de peligro y
su conocida costumbre de acompañar a los picadores hasta que salen de la plaza
para evitar posibles acometidas de los toros. Sólo se le puede recriminar esa
forma de liarse el capote de paseo que no es procedente ni tiene gracia. Lo de
aquella montera de tiempos de Paquiro y sus patillas forman parte de su
personalidad.
Padilla ha sido carne de
cañón durante toda su carrera. Las cornadas de Pamplona y Bilbao y las cogidas en
la puerta de chiqueros de Sevilla al esperar a los de Miura son un ejemplo de
cómo ha sufrido en sus carnes la dureza de la profesión. Esta
cornada, atípica por la forma y el sitio, es la demostración final de su mala
suerte y de que su tributo al toreo está más que saldado.
El futuro no parece halagüeño
para el jerezano. A todos nos han conmovido sus palabras de que “este toro no será
el último de mi vida”, o lo de “apoderado, no me quites ni una de las corridas
de América”, porque de unos hombres como los toreros sólo se podía esperar una
reacción así de contundente. La realidad es, sin embargo, distinta. Padilla
tiene una complicada recuperación por delante. Nadie puede asegurar ahora mismo
las secuelas que arrastrará de por vida, no sólo por la posible pérdida de
visión, sino que la propia parálisis facial será esencial para sus
posibilidades en el futuro. Sea lo que sea, es una cornada con secuelas muy
desagradables, de espejo se llaman, que generalmente han supuesto el final de
la carrera de los que la han recibido y han quedado sin la visión de uno de los
ojos. No hay que adelantar nada. Hay que esperar su mejor recuperación. Luego,
que sea lo que tenga que ser. De momento, queda ese detalle de la crueldad con
la que lo ha tratado el destino. Padilla ya ha escrito su nombre entre los
grandes héroes de la
Fiesta. Es un disparate decirlo, pero esta cornada, que mejor
que nunca hubiera llegado, le ha colocado en la historia del toreo como uno de
los toreros más heroicos de todos los tiempos.
Foto: Julio. J. Cordero
Foto: Julio. J. Cordero
La mejor información taurina en http://www.sevillatoro.com
No soy partidario del toreo tremendista pero si de los toreros honrados.
ResponderEliminar¿mala suerte? por favor.......
ResponderEliminarel cortinar
Si hombre, mala suerte. Todas las veces que le cogen le dan fuerte. Y dos cornadas de espejo. Quizás el cortinar se refiera a otro tipo de suertes en su vida torera, por favor...
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