Fue una corrida de ocho toros
que no pesó en absoluto, algo que no es frecuente. Para ello fue necesario que
la corrida de Garcigrande exhibiera movilidad y que el cuarteto anduviera con
ganas. El espectáculo duró tres horas. Durante la lidia de los toros quinto,
sexto y séptimo se vivieron los momentos de mayor interés del festejo.
Morante, que había despachado
al primero tras una faena de detalles sueltos pero sin apreturas, le brindó el
último toro de la temporada a quien ha sido su apoderado hasta ahora, Curro
Vázquez. El de La Puebla había dibujado verónicas preciosas a este toro. Su
faena fue intermitente, pero con unos máximos inmensos por la torería y
profundidad de sus muletazos. Faltó continuidad o una faena más conjuntado y
reunida. A pesar de ello, la espada le jugó una mala pasada y se quedó sin
premios.
El Juli le da muletazos a
todo lo que se mueve. Si son toros, El Juli exprime hasta el máximo sus
embestidas para lograr faena de dominio y poderío. El de Zalduendo, primero de
su lote un toro mediano, pero El Juli le plantó al muleta por abajo para tirar
de su anatomía con admirable decisión. Mucho mejor estuvo con el sexto, un
excelente toro de Garcigrande, al que cuajó en una faena realizada en un palmo
de terreno, procurando dominar por abajo y alargando las arrancadas hasta el
infinito. El dominio tapó la belleza, pero es que en El Juli la ética siempre
está por encima de la
estética. Su aguante, los toques, la templanza, todo fue un
carrusel torero sobrado.
No le fue a la saga Miguel Ángel
Perera, que está en perfecto estado de forma. Al primero de su lote le hizo una
faena templada y efectiva. Sería en el segundo de los suyos, el séptimo, otro
astado de calidad, con el que asombraría en una labor que comenzó por la
espalda, siguió con toreo muy largo y templado y acabó con el torero a niveles
enormes de templanza, sitio y seguridad en muletazos sacados como de la chistera. Muy bien
Perera.
Quien no estuvo bien fue
Alejandro Talavante. El primero de su lote, de Domingo Hernández, fue algo brusco.
Se había quedado sin picar y al torero extremeño no le gustó nada. Los pases
pecaron de exceso de velocidad. Lo mató de forma infame. Menos disculpas tiene
con el último, toro soso, pero al que dio muchos pases sin poner el alma que se
requería para alegrar sus embestidas.
Fotos: Carlos Crivell
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