Año 1971. Feria de Abril de Sevilla. Día 22 de abril. Corrida
de toros de lujo el jueves de farolillos con toros de Manuel Arranz y un cartel
que anuncia a Limeño, El Cordobés y José Luis Parada. Tarde gris y fría. Limeño
pasaporta dos toros fuertes, los dos de mayor peso. No ocurre nada relevante. El segundo, en palabras de los revisteros de
entonces, era de borreguil docilidad. El fenómeno le corta la oreja. El quinto
es protestado por falta de trapío. Se devuelve después de ponerle banderillas.
Parada deja el perfume de su toreo elegante y corta una oreja al tercero y no
remata con la espada una gran faena al sexto. Una corrida, en apariencias,
normal.
Al día siguiente Pepe Limeño acude a recoger la Oreja de Oro
de la Asociación de la Prensa como triunfador de la feria del año 1970. Era su
tercera de Oreja de Oro consecutiva. Cuando habló para agradecer el premio, de
manera inesperada y sorprendente, anuncia que se retira de los toros.
¿Qué había ocurrido? Pepe Limeño llegó al hotel muy afectado.
No podía entender cómo en el mismo lote habían caído los dos toros más fuertes
del encierro. Uno de sus banderilleros le sacó de dudas y le confesó algo
insólito: No había habido sorteo. Pepe Limeño se percató que su lucha es
imposible. Llevaba cuatro salidas por la Puerta del Príncipe en los tres últimos
años y apenas había podido torear en las ferias. No había hecho el paseíllo en San
Isidro en su carrera taurina desde que en 1960 Diego Puerta le otorgara la
alternativa en la Maestranza. Y en esa lucha tremenda, llega este incidente como
prueba del mando de un torero, El Cordobés, que se salta todo lo reglamentado
con el permiso de la autoridad, y se encuentra con el atropello de que ha
salido a torear sin que las reses se hayan sorteado.
Limeño, por dignidad, se
marcha de los toros. Dejó de torear la corrida de Miura del día 25. Como los
designios divinos son inescrutables, ese día fue vital para Ruiz Miguel que le
cortó las orejas y el rabo a un toro de la divisa de Zahariche.
Limeño no se fue del todo. Ese mismo año toreó una con El
Cordobés en su tierra natal. Tenía la promesa de al menos veinte festejos abriendo
cartel. Solo lo hizo en una corrida y fue para apoyar la entrada en su propia tierra sanluqueña de la gran figura de la época.
Ahora que se ha muerto, bueno es recordar este pasaje, que
nos habla de un tío íntegro que dejó su profesión ante el atropello de la figura.
No es nuevo. Ha ocurrido siempre. El atropello sigue en nuestros tiempos, lo
que ocurre es que no hay toreros como Limeño que lo denuncian. Porque Limeño, a pesar de los consejos para que se callara, lo contó a quien quiso escucharlo.
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