No hay mal que por bien no
venga. De la tragedia casi inminente a la gloria de estar en carteles
impensados. Padilla es un matador de toros de largo recorrido, definido por una
intachable trayectoria en la que se ha jugado el físico con los toros más
fieros del campo bravo. La carrera de Padilla ha sido una permanente angustia
por las condiciones de reses a las que ha debido enfrentarse, porque sólo en su
Jerez natal podía lidiar los toros más dulces de la dehesa, pero su sino era la
lucha y la proeza cada tarde.
Llegó la espantosa cornada de
Zaragoza y temimos por su vida, nos estremecimos por las secuelas, nos
alegramos cuando salió del hospital y se puso al mundo por montera para
anunciar que ese toro de Ana
Romero no era el último de su vida. Ahora, pasado el tiempo,
cuando todavía la cara es una asimetría imperfecta, con un ojo tapado porque
por ahí no ve absolutamente nada, Padilla anuncia con firmeza y orgullo que su
vida de torero sigue. De momento, Olivenza en una fiesta de lujo, pero en el
futuro se pondrá delante de lo haga falta porque sigue siendo Padilla y hay
Ciclón de Jerez para rato. Sin embargo, como es natural, el torero aspira a
probar bocados más agradables de los que ha debido digerir hasta ahora. Sus
apoderados se encargarán de ello.
La vida es un laberinto de
sorpresas continuadas. Padilla va a recoger el fruto apetecible de un trato más
agradable después de sufrir una cornada terrible. Es un premio justo a su
sacrificio, porque no es la primera vez que un toro juega entre sus astas con
su anatomía. Ha debido llegar esta cornada para poder torear en ciclos de
postín que siempre tuvo cerrados. Es de justicia, pero es una paradoja.
A Padilla hay que desearle
suerte. No será fácil ser torero en sus condiciones físicas. La realidad fue cruel con otros distros en sus mismas circunstancias. Lo que pueda
aprovechar ahora y recoger se lo ha ganado con creces. Sólo queda reflexionar
que hay muchos otros toreros que siguen en su lucha y que nunca gozarán de las
mieles del cartel de tronío porque no tuvieron la mala suerte que ha tenido el
de Jerez. Es la paradoja tremenda de una profesión muy dura. Es la consecuencia
de que, en el fondo, el morbo sigue siendo una constante en esta sociedad.
Bueno es que Padilla salte para sentarse en la mesa de los elegidos. Padilla
seguirá siendo el mismo torero, el pundonoroso diestro capaz de escribir
páginas de valor y entrega en la cara de reses poderosas. No será ahora un exquisito del arte. Será el mismo que en muchas ocasiones, en mi caso incluido, ha sufrido un cierto rechazo por sus formas poco ortodoxas, pero su coraje y su vergüenza torera nunca se pusieron en duda y en este momento resurgen reforzadas. La cornada que pudo
ser su final en vida, ahora le da satisfacción que nunca pudo imaginar de poder
torear en festejos de máxima expectación. Que lo disfrute porque lo merece. Y
que esto le dure unas cuantas temporadas.
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Lo que prácticamente nadie ha señalado, es el problema real de ir por la vida con un solo ojo, y más si se es torero. Se pueden tener todo el valor y toda la decisión del mundo, pero para Padilla las cosas estarán en un lugar distinto al en que verdaderamente están. Es muy difícil calcular las distancias y el sitio exacto en el que se hallan los objetos sirviéndose de sólo un ojo.
ResponderEliminarEso es lo que ha acabado con la vida torera de multitud de diestros, no la cornada que les dejó tuertos.
En fin, el inimitable e insumergible Ciclón de Jerez puede ser la excepción que confirme la regla.