Javier Jiménez ha dado un
peligroso paso atrás. Es verdad que sus reses fueron las de peor juego, sobre
todo el cuarto, pero esa infame cuadrilla que le acompaña tiene mucha culpa del
su mala tarde. Javier quiso mucho, pudo poco y se le fue la tarde sin pena ni
gloria.
El madrileño Adrián tiene
oficio. Al excelente quinto le dio muchos pases, pero era novillo de revolución
que realmente se fue sin torear. Le pidieron las dos orejas, una barbaridad,
pero por una vez la presidente estuvo acertada.
No lo estuvo al dar una oreja
sin méritos a Gonzalo Caballero en el tercero. Este chaval llegó más verde que
la lechuga a Sevilla, se llevó volteretas sin fin y sólo ese pundonor le
permitió que una parte de la plaza le pidiera una oreja que fue concedida por
una presidenta que cada año da un paso atrás en cuanto a su capacidad para
hacer justicia en el palco. Caballero se tapó con el malo y se estrelló con el
sexto, que era el bueno. Es una atrocidad que un chaval sin preparación debute
con picadores en Sevilla. La oreja la puede poner en una vitrina y rezarles a
todos los santos. Su impericia se manifestó en el sexto.
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