El ambiente taurino está preñado de un cierto desánimo. No
es para menos. El número de festejos ha bajado de forma alarmante. La
organización de novilladas es un suicidio. Las ferias se componen de carteles
estereotipados con una sorprendente proliferación de manos a manos sin
justificación, salvo por lo que pueda suponer de ahorro económico, y las
llamadas figuras siguen cerrando el paso a las novedades. Algunas figuras evitan a los
que vienen arreando, se anuncian entre ellos, pero ninguno exige a esos toreros
nuevos para retarlos en esas corridas de rutina. Por ejemplo, ¿qué tienen que debatir El Juli y Manzanares en un ruedo?
¿Sería bueno un enfrentamiento de El Juli con Fandiño? Al torero vasco lo
evitan. No es un torero del sistema. Cuando entre en una casa del núcleo que
manda será otra cosa.
Así estamos. Ha pasado Pamplona con pocas novedades.
Santander ha sido bueno para un coso de segunda, aunque el nivel de esta plaza
no es representativo del toreo actual. En Valencia nos han ofrecido dos
raciones de enfrentamientos sin rivalidad. Y va El Juli y hace unas
declaraciones para comentar que su actitud ha sido encomiable, es decir que es
digno de alabanza. O sea, que si no lo alaban los demás, el torero dice que su
actuación era para cantarla. Lo nunca visto. En el mano a mano con Manzanares
lidiaron una corrida chica sin excusas. ¿Quién puede alabar ese engaño?
Con este panorama enfrentamos el mes de agosto. La verdad es
que el futuro parece desolador. Es así porque hay muy pocos motivos para estar
ilusionados. Es cierto que Bilbao tiene una buena cartelería. Es verdad que en
Málaga hay dos o tres carteles para bajar a la orilla del Mediterráneo, como ocurre en Almería. Morante
con seis en Ronda es para la Goyesca, es decir un lujo especial que es como asistir
a una corrida distinta, es tener la posibilidad de gozar hasta el infinito,
pero no pude ser un hito en la temporada. Me gusta Sevilla en septiembre, sobre
todo por ver cómo llega El Juli. Hay más cosas, claro. Pero vuelvo al
principio. El ambiente no está muy animado. Se palpa una cierta resignación
entre los aficionados, como si todo estuviera tan mal que tiene poco arreglo.
Algunos de los principales actores de esta película ya han pronosticado el
final de este espectáculo.
Desde esta atalaya sureña, cuando me dispongo a ver lo que
ocurre en Huelva, El Puerto y Málaga quiero armarme de una dosis de esperanza
ante el presente y el futuro de la Fiesta. Como conclusión, desde este púlpito
de eco tan reducido, me gustaría advertir a los protagonistas que el futuro
solo pasa por devolver al toreo la emoción de verdad. Y que si siguen
lidiándose toros de poca monta entonces va a llevar razón quien dijo que el
toreo está al borde del precipicio.
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