No recuerdo ningún año en el que la aparición de los carteles fuera recibida con el aplauso unánime de todos. Incluso en los tiempos de bonanza económica y normalidad en las relaciones entre toreros y empresa hubo siempre discrepancias. La situación actual está marcada por la profunda crisis económica que ha dejado los bolsillos de la mayoría sin caudales, al tiempo que se ha producido un enfrentamiento feroz entre los mejores toreros y los empresarios.
La crisis económica se ha agudizado para la empresa con la suma del elevado canon que debe pagar a la Real Maestranza junto a unos impuestos generales excesivos. De cada 100 euros que entran en la plaza, menos de la mitad repercute en el propio toreo, es decir para pagar a toreros, ganaderos y a los propios empresarios, que mantienen una estructura empresarial que genera unos gastos considerables.
Esta situación se ha agudizado en los últimos años, sobre todo después de algunas declaraciones llamando la atención sobre la realidad, hechas de forma altisonante, y que han sido la gota que ha colmado un vaso que ya tenía desde hace tiempo presentaba una gran inestabilidad. Las relaciones con los toreros no eran buenas por variados motivos – con especial mención a los habituales desencuentros entre Morante y la propia empresa -, de forma que todo ello desembocó en la postura adoptada por las cinco máximas figuras a finales de 2013. Allí advertían que no volverían a torear en Sevilla mientras que esta empresa estuviera al frente de la empresa.
Esa situación parece que ha desaparecido. De hecho, al margen de la contratación de Manzanares, los restantes espadas han negociado este año para volver a torear en Sevilla. El caso de Perera es una excepción. Se entiende que estaban dispuestos a torear en la Maestranza. No se podría entender que El Juli y Talavante hayan hablado de corridas y compañeros si su primitiva intención era faltar a la cita sevillana. Sin embargo, lo que ha trascendido de esas negociaciones deja en mal lugar a los matadores, porque una vez que entablan conversaciones no parece que haya suficientes problemas como para desertar un año más de la feria. Todo ello con especial mención para el comportamiento de Morante, que ha dilatado las negociaciones hasta el punto de que los empresarios estaban convencidos de su presencia en la Maestranza, para finalmente dejar de torear por una serie de explicaciones que el aficionado normal y corriente no acaba de entender. Algunas explicaciones posteriores del torero y su apoderado no tienen consistencia.
Con esta situación de cuatro toreros importantes fuera del ciclo, la empresa ha confeccionado una feria con carteles que tienen mucho atractivo, pero que cojean por la falta de algunos toreros. Entre todos ellos, hay algo que ha sido señalado de forma negativa: la ausencia de Diego Urdiales. Y más que su ausencia, ha sido mal comprendido que ni siquiera se le haya llamado para ofrecerle algún puesto. Hay sitio sobrado para el riojano porque hay toreros anunciados que no pintan nada en la Feria.
Hay más toreros posibles: Salvador Cortés, Curro Díaz, Miguel Ángel Delgado, por ejemplo. Pues tampoco hubiera sido difícil incluirlos a la vista de los que están contratados. Todo ello con el detalle de que es una Feria mucho mejor que la de 2013 y que hay carteles con mayor interés para el aficionado.
La guinda de estos días ha sido la subida del abono. La empresa ha suprimido la bonificación del 15% que aplicó en 2014 y además ha incrementado el precio final con una novillada de más que se anuncia. En la rueda de prensa, de forma rápida y con escasa precisión, se dijo que se mantenían los precios. Esta subida, como no podía ser de otra forma, ha sido mal recibida por los abonados y podría repercutir a la hora de pasar por taquilla, mucho más un año en el que de nuevo la feria será televisada.
Así que es una pena que un ciclo con carteles y argumentos atractivos se quede empañado por detalles que podrían haberse evitado. La falta de llamada a Urdiales y la subida del abono han sido dos noticias negativas que vuelven a ensombrecer la temporada de 2015. Y es que en Sevilla parece que es imposible la felicidad taurina.
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