A estas alturas no se trata
de cargar contra Juan Pedro Domecq por la mala corrida que ayer lidió en
Sevilla. El problema es que el sistema ha propiciado que los matadores que
imponen sus criterios lidien siempre un
tipo de toros que casi nunca produce emoción. Por tanto hay un problema de
toros y de toreros. Las empresas aspiran a llenar las plazas. Si Canorea monta
el cartel de ayer con una de Cuadri ninguno de los tres aparece sobre el albero
sevillano. Y no se hubiera puesto el no hay billetes.
Se ha llegado a un tipo de
toro descafeinado, muy noblón, que apenas molesta a los espadas, pero que
embiste sin acometividad. Es verdad que en esas ganaderías modernas surgen
toros más encastados, pero es lo de siempre, para conseguir un toro noble,
humillador y con fijeza, se hacen experimentos que habitualmente consiguen
reses que están al límite de todo. Entre tanto experimento surgen
el toro bravo y pujante y la babosa sin emoción de ayer.
Aquí el problema es que el toro
comercial sirve para esas plazas de segunda y tercera en las que no hay suerte
de varas. Es el toreo moderno, donde las exigencias son mínimas y parece como
si sólo interesara una faena de muleta de cien pases. En las plazas donde se
exigen dos puyazos esos toros no pasan el examen.
Aún así es preciso admitir
que estas corridas como la de Juan Pedro
se salvan porque Morante, Manzanares y Luque tienen recursos para generar
momentos muy bellos. Pero hay un cierto grado de conformismo en la torería
andante. Prefieren corridas como las de Juan Pedro, que no sirven para el triunfo
pero no molestan, a otras que pueden comprometer su capacidad torera.
Todo ello sucede en un clima
de triunfalismo poco beneficioso para el toreo. Como estamos en crisis (taurina
y económica) se valoran situaciones que antaño no se tenían en cuenta. De esta
forma se cortan orejas cogidas con alfileres, la música celebra una porción de
buenos lances pero no excepcionales y saludan banderilleros por pares a toro
pasado. Hay un grado de exigencias muy bajo, pero parece que debe ser así ante
la situación complicada que vive la Fiesta.
La corrida de Juan Pedro fue la esperada. Tuvo mala
suerte el ganadero porque seguro que en su finca hay toros más encastados, pero
cuando se lidian tantas reses y se hila tan fino buscando bondad extrema, pasan
estas cosas. Es decir, lo que decía, Fuentes Bejarano, que le han echado mucho
agua al vino y ahora no es fácil quitársela.