El Juli y Morante no han acudido a recoger los trofeos Vila Arenas del equipo médico de la plaza de toros de Sevilla. Además de no acudir, ni siquiera han mandado a un representante para hacerse cargo del premio. Pocos días antes, ambos habían confirmado su asistencia al acto. El gesto contrariado de Ramón Vila era todo un poema. No se lo esperaba. Ha sido un gesto injusto por parte de quienes se habían ganado en el ruedo estos trofeos. Y eran los premios de los médicos, esos mismos que en múltiples ocasiones han estado al quite para sanar sus heridas.
Este gesto negativo es una demostración de hasta qué punto se han perdido las formas en el toreo. No era un premio de la prensa, ni de la empresa, ni tampoco de la Maestranza; eran los premios del equipo médico. Cuando se clama por mantener el fuego sagrado del toreo, cuando se intenta que la Fiesta ocupe un lugar de privilegio en los medios, este detalle de El Juli y Morante es una puñalada que hace mucho daño. No han demostrado la mínima sensibilidad debida a los facultativos, que se han gastado el dinero en unos trofeos y en un acto para que ellos a última hora decidan quedarse en casa. Ninguno de los dos tenía una causa justificada. El Juli vive a dos horas de Sevilla. Morante, a quince minutos.
Se entiende que puede ser verdad lo que El Juli ha declarado en una reciente entrevista, donde afirmó que probablemente no volvería a torear nunca más en Sevilla. Y Morante... Nunca tan gran torero dentro de los ruedos fue tan anárquico en la calle. Lo siento por los médicos, que no se merecían este desprecio. No tiene otro nombre: desprecio. Como dijo Ramón Vila, el tiempo debe poner a cada uno en su sitio.
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