Entiendo que ver San Isidro desde el mullido sillón de mi
salón no es lo mismo que hacerlo desde el tendido. Pero no no me ha quedado más remedio
que ponerse delante de la televisión todas las tardes. Y se escucha de forma
reiterada que ‘estamos en Madrid’, que si ‘el toro de Madrid’, que si una faena
‘es o no es propia de Madrid’…; siempre Madrid. Muy cansino todo. Mucho más
cuando lo que vemos es el claro deterioro de la plaza venteña. Madrid ya es una plaza cualquiera. Y uno que es de
provincias, aunque sea de Sevilla, mira con atención y saca sus conclusiones.
Se produce una sensación doble. De un lado inquietud porque Las Ventas es una
Torre de Babel sin criterio uniforme. De otra, una extraña sensación de alivio.
La inquietud llega por las reacciones de la plaza ante
algunos toreros. Las exigencias de Madrid, que son necesarias, ya no se parecen
a las de antaño. Se han cortado orejas, y se han dado dos orejas en un toro que nunca podría uno imaginarse que se concedieran en la considerada primera
plaza del mundo. La confusión es total. El sector más exigente sigue en su
batalla. El problema es que ese sector no trata a todos los toreros por el
mismo rasero. Y han perdido la batalla de la seriedad de la plaza.
La han perdido porque los tercios de varas de Madrid ya no
se ven ni en algunas provincias. Multitud de toros pasan por el caballo de
forma simulada. Y una cosa es la dosificación del castigo y otra muy distinta
es no hacer las cosas bien de forma premeditada. Y no pasa nada. En los temas
de orejas, la ceremonia de la confusión alcanza niveles estratosféricos. El
mismo presidente que le negó la oreja a Fortes saca ahora los pañuelos con
alegría ante peticiones muy discretas. Lo del palco de Madrid es para un
estudio. Hay un presidente que regala orejas a esportones. Y otro, que está
bien considerado, devolvió un manso a los corrales.
Y el sevillano se siente aliviado porque en la Maestranza
las cosas andan casi como en Madrid pero todavía con cierta dignidad. Es verdad que mal de muchos es consuelo
de tontos, pero al ver lo que pasa en Las Ventas con las presentaciones de
algunos toros, las reacciones del público exigente y también del que acude solo
a los festejos de lujo, la decadencia de la suerte de varas y la desorientación
del palco, pues uno piensa que en Sevilla no están tan mal las cosas. Será que
me conformo con poco.
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