El paseo por las calles de Higuera de la Sierra es una
vuelta atrás para rememorar tiempos pasados que no volverán. Las calles
estrechas de calzadas empedradas, siempre cuesta arriba o cuesta abajo, las
casas encaladas en blanco, el aire fresquito que viene de la montaña cercana,
el paisaje del campo más agreste siempre a la vuelta de una esquina, los olores
a dulces recién hechos con anís y todo tipo de especias, todo es un compendio
de sabor serrano. Higuera tiene una de las más antiguas cabalgatas de Reyes de
España; una Cabalgata viviente en la noche helada del 5 de enero. Esa Cabalgata
se nutrió siempre del toreo. El clásico festival de Higuera, mantenido por el
padre Girón con la ayuda de Litri, Julio Aparicio, Diego Puerta y tantos otros,
fue santo y seña del calendario taurino.
He vuelto a Higuera después de algunos años al soniquete de un nombre colgado en los carteles del remozado festival de este año, de nuevo para la cabalgata. Rezaba el mismo, como último participante, que toreaba Manolo Vázquez. Y desde que me llegó la noticia me impuse volver a Higuera para ver al quinto miembro de la dinastía torera de los Vázquez. Los hechos tienen importancia por detalles muchas veces escondidos en las telarañas más intrincadas. Era un festival en una plaza de mil personas, un festival con erales sin picar, pero al final se anunciaba un niño que se llama Manolo Vázquez. Era algo más que una anécdota en la agenda del 16 de septiembre.
He vuelto a Higuera después de algunos años al soniquete de un nombre colgado en los carteles del remozado festival de este año, de nuevo para la cabalgata. Rezaba el mismo, como último participante, que toreaba Manolo Vázquez. Y desde que me llegó la noticia me impuse volver a Higuera para ver al quinto miembro de la dinastía torera de los Vázquez. Los hechos tienen importancia por detalles muchas veces escondidos en las telarañas más intrincadas. Era un festival en una plaza de mil personas, un festival con erales sin picar, pero al final se anunciaba un niño que se llama Manolo Vázquez. Era algo más que una anécdota en la agenda del 16 de septiembre.
Y caminando hacia la plaza me pareció ver que en la puerta
de su casa de siempre estaba el cura Girón, un santo de los de verdad y torero
por todos sus poros. Allí me pareció que volvía a salir para saludar a los
amigos, para hospedar a los toreros que se vestían de corto en las habitaciones
de su casa. Y una nostalgia profunda me fue invadiendo. Era el tiempo pasado,
tantos ratos amables vividos en sus calles y en la plaza, esa sensación de que
ya nada puede ser como antes, aunque muchas veces nos empeñemos en lo contario.
Manolo Vázquez es un niño que torea como los Vázquez.
Demostró aplomo, clasicismo, maneras ortodoxas y sentido del temple, todo ello
sin ningún detalle para la galería. Será torero o no lo será, pero era
necesario volver a la plaza serrana para ver la puesta en escena de este
descendiente de mis amigos Pepe Luis y Manolo Vázquez. Era preciso sacar un
festival de tercera del montón de festejos de un sábado de septiembre.
La mejor información taurina en http://sevillatoro.es/
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