Me resisto a
escribir sobre Crisol. Intento seguir escribiendo de toros, nunca de operetas
circenses. Entiendo el juicio benévolo de los que lo presenciaron por
televisión, posiblemente porque Crisol es un espectáculo visual, pero nunca
debe ser considerada una corrida de toros, menos con añadidos como el de un indulto
injustificado. Hasta aquí Crisol.
Quiero
llamar la atención sobre algo que vengo observando cada vez con mayor
frecuencia. Se trata de la concesión de trofeos cuando el matador de turno mata
con prontitud al toro. El público transitorio, que va un día a los toros y no
vuelve hasta el año próximo, pide orejas con entusiasmo cuando el animal muere
a la primera, sin que le importe si ha habido faena meritoria, obviando la
ejecución de la suerte y pasando por alto la colocación del estoque. Solo
interesa que el animal muera con prontitud.
Es decir, se
está instalando en nuestras plazas una actitud que consiste en admitir que la
suerte suprema es muy dura para la vista de los presentes y que es necesario
abreviar el tiempo de esta suerte fundamental de la tauromaquia. Se apodera de
la masa la idea de que en estos tiempos no debe prolongarse la tarea de matar
al toro, de forma que se celebra con alegría que el trámite sea mínimo. Se está
pasando a considerar que la suerte de matar es algo malo en sí mismo y se
premia al torero que resuelve el asunto con celeridad. Y algunos toreros, que
se han percatado del asunto, no se preocupan de matar bien, sino de hacerlo
pronto.
Las teorías
animalistas siguen avanzando en las conciencias de la población. Basta
comprobar que en plazas muy serias se pita por sistema la suerte de varas antes incluso de que el toro haya llegado al caballo. Se aplauden todas las situaciones que
minimicen la crudeza de la corrida de toros. Parece que estos públicos ocasionales se sienten autocomplacidos porque suponen que el animal ha muerto con menos
sufrimiento.
Solo así se
explica que se hayan cortado orejas este año en plazas de primera por faena
inexistentes rematadas con un bajonazo con derrame y muerte espectacular del
astado. De ahí a la corrida sin muerte queda un pequeño paso. La suerte suprema
debe mantener la importancia que siempre ha tenido en el toreo. Se deben premiar con trofeos las
grandes estocadas, pero cuidado con la tendencia que nos invade. No vale
cualquier forma de muerte de un toro.
La mejor información taurina en http://sevillatoro.es/
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